Cuando hablamos de la importancia de comunicar bien para llegar a nuestro público objetivo, la mayoría de las publicaciones hace referencia a cómo contar historias o ser un storyteller, saber estar ante un escenario, o bien cómo hacer presentaciones molonas.
Por otro lado, ya damos por hecho nuestro vocabulario y formulamos frases sin tener en cuenta la gramática porque ya la hemos aprendido. Pero, ¿somos realmente conscientes de cómo empieza todo?, ¿en qué momento nuestro cerebro manda las señales para articular las palabras adecuadas y que estas sean entendidas en igualdad por los integrantes de la comunicación?
Sin duda, entrar de lleno en la parte de la filosofía y psicología del lenguaje puede resultar un tanto difícil de digerir y ya no digamos tenerlo en cuenta cada vez que alguno de nosotros abrimos la boca.
Sin embargo, la intencionalidad de las palabras que escogemos cuando queremos que nuestro interlocutor pase a la acción, es lo que en realidad te ayudará a ser un storyteller. Cuanto más domines el lenguaje, más posibilidades tendrás de utilizar las palabras conociendo cada una de las connotaciones que lleva en sí misma.
También sabremos qué verbo de acción queremos implementar para incitar a nuestra audiencia a que pase a la acción a través de las ideas que les damos. De hecho, ¿qué pasaría si uno de los integrantes de la comunicación interpretara erróneamente los mensajes que le son ofrecidos, o no pudiera reconocer o malentendiera la intención del otro?
Pues eso: “la hemos liao parda”.
Lenguaje y comunicación
Para ello, José Antonio Marina, en su libro “La selva del lenguaje, introducción a un diccionario de los sentimientos” ahonda en el origen de las palabras, en cómo el pensamiento interior o diálogo interno está construido en base al poder a las palabras. Aquí llega a afirmar que un acto comunicativo tiene lugar si se cumplen las siguientes máximas de la conversación:
- Máxima de la Cualidad: afirme aquello cuya verdad esté en condiciones de aseverar.
- Máxima de la Cantidad: diga exactamente lo necesario, en cada momento, ni más ni menos.
- Máxima de la Relevancia: procure que lo que diga tenga que ver con aquello de lo que se esté hablando.
- Máxima del Modo: procure evitar la ambigüedad, complejidad o desorganización de su contribución a la conversación.
Es más, afirma que para la comprensión de un enunciado correcto dentro de la vida real, la comprensión está influida no sólo por las creencias del oyentes (sesgos), sino también por su estado afectivo (autoestima). En este sentido, fueron Gottam y J. Parker en su libro “Meta-emotion. How families communicate emotionally”, los que enunciaron que las meta-emociones, es decir, los sentimientos que se tienen acerca de los sentimientos, juegan un papel protagonista en el modo de comunicarse, entenderse o malentenderse.
Así que ya puedes ir haciéndote una idea de que, para ser un buen storyteller, no solo has de dominar el lenguaje, sino que, además, tienes que tener en consideración la meta-emoción.
¿Y por qué? Simplemente porque las historias que más impactan son aquellas en las que eres capaz de hacer sentir emocionalmente a tu audiencia. Para ello tienes que sentirlas tú primero y saber transmitir lo que ese sentimiento te está haciendo o te ha hecho sentir (galimatías).
Somos nosotros los que primero tenemos que darle pensamiento a la emoción para convertirlo en un sentimiento y luego, a través del lenguaje y de la comunicación, poder transmitirlo eficientemente a nuestra audiencia.
Tomamos decisiones emocionales y las justificamos racionalmente, recuérdalo siempre, siempre. Aún creyéndonos ser los seres más racionales del planeta al estilo vulcaniano, las emociones te hacen tomar decisiones.
Como narradores de historias, los principios de la comunicación no pueden obviarse por el mero hecho de querer impactar a la audiencia a través de las emociones per se. Si sabemos que la comunicación se ve afectada por las Máximas de la Conversación, úsalas como guía para tus presentaciones y charlas.
Si las frases que vas a decir tienen su origen en el diálogo interno-comunicación intrapersonal- y estas se ven influenciadas por nuestros sesgos negativos o positivos además de nuestro estado emocional, no es de extrañar que muchas personas tengan pánico a esto de tener que subirse a un escenario o presentar resultados ante directivos o clientes.
El proceso de contar historias va mucho más allá de la utilización del Viaje del héroe de Joseph Campbell (se tenía que decir y se dijo).
Ser un storyteller implica:
Autoconocimiento: para saber cómo mis emociones y mis sesgos condicionan mi comunicación (intrapersonal e interpersonal) y cómo está relacionado con mi autoestima.
Autoeficacia: gestionando las meta-emociones y sabiendo cómo usarlas en mi estrategia comunicativa, por ejemplo, comunicación asertiva.
Diccionario andante: el proceso de contar historias pasa por un enriquecimiento de nuestro vocabulario, conocer en profundidad el significado de cada una de ellas, así como saber utilizar la gramática a nuestro favor. Casi, casi al nivel de Pasapalabra.
Competencia comunicativa: conocer el proceso del acto comunicativo, desarrollar las distintas habilidades poniéndolas en práctica (comunicación verbal, no verbal, narrativa) y desarrollar una actitud hacia una comunicación eficiente de manera constante en el tiempo.
Y luego, una vez domines esto, pues viene todas las diferentes técnicas que existen en la narrativa eficiente, pero eso ya es otra historia.
Foto: Ravi Kant