Que levante la mano quien presuma de tener un pensamiento crítico, que duda de todo lo que lee, oye y escucha y forma su propia opinión informada al respecto. Si has levantado la mano, la siguiente pregunta que surge es ¿eres feliz? Si la respuesta es no, algunos días o qué tendrá que ver la velocidad con el tocino te adelanto algo: puede que no sientas que eres feliz porque el botón del pensamiento crítico no se pulsa con la frecuencia debida.
“Don’t worry, darling” esto lo vamos a solucionar hoy.
Lo primero es definir el pensamiento crítico y no es más que la capacidad de pensar bien y esto último necesita muchas horas de trabajo y esfuerzo. Para qué negarlo, todas las cosas buenas de la vida necesitan tiempo, esfuerzo y trabajo y en nuestra sociedad occidental se impone la acción y la inmediatez frente a la reflexión pausada. No tenemos, no queremos o no sabemos cómo y cuándo activar el pensamiento crítico para que toda esa inmediatez no nos arrolle.
Para convertir el pensamiento crítico en un hábito necesitamos tiempo de reflexión pausada, algo totalmente contrario al tipo de sociedad en el que estamos inmersos. El equilibrio entre la emoción y la razón es casi inexistente, según recoge José Carlos Ruiz en su libro “El arte de pensar” y que aconsejamos su lectura. Es más, este es un mini repaso a sus reflexiones que tan bien explica en su libro y que es una delicia leer.
Emoción+razón=pensamiento crítico
En su libro, Ruiz explica que el equilibrio entre emoción y razón está desnivelado hacia el lado de la emoción, dejando a la razón moribunda y para ello propone la lectura de los filósofos para que nos ayuden en este trabajo de recuperar el pensar bien para que podamos vivir una vida en equilibrio, plena.
Cuando nos desequilibramos, como no está en nuestro ser (Yo) el equilibrio tendemos a buscar a alguien que nos diga qué tenemos que hacer para recobrarlo. De ahí que existan multitud de libros de autoayuda que te indican qué tienes que hacer. Pero luego surge el desánimo, la frustración causada precisamente porque nos dicen qué tenemos que hacer sin tenernos en cuenta a nosotros mismos.
El Mentoring que practicamos desde mentor{y}teller para esto, es la metodología ideal. Te hace pensar, reflexionar sobre diversas cuestiones y el mentor es el que te guía para todo esto que estás reflexionando lo hagas desde tu Yo. No desde el del mentor, desde el tuyo; así que desconfía de quien te diga que te dirá lo que tienes que hacer para conseguir X, porque solo vas a estar más frustrado/a que cuando empezaste a pagar esas sesiones, abandonarás y crearás un sesgo hacia los mentores profesionales que sí nos centramos en la persona.
Pero volvamos sobre el pensamiento crítico y la felicidad. Para dominar el primero tendremos que tener en cuenta las circunstancias y el contexto. Conocer las circunstancias que nos rodean a nosotros y a los demás, e interpretar el contexto en el que se desarrollan; esto nos permitirán activar el arte de pensar bien.
Tener desarrollada la capacidad de pensamiento crítico, analítico, nos permite ser auténticos/as, tener identidad propia y esto nos lleva a ser felices porque estamos viviendo de acuerdo a nuestra filosofía de vida. Sin embargo, la felicidad se ha asociado a emociones, pero no a la razón.
La felicidad es un modo de ser, no un destino.
Ale, se tenía que decir y se dijo.
Según el estudio “Harvard study of adult Development” y que se recoge en “el arte de pensar” su misión (porque es un estudio que empezó en 1938 y aún sigue vigente) es promover y utilizar los hallazgos de la investigación de la vida adulta para permitir que las personas vivan vidas más saludables, llenas de significado, conexión y propósito (sic). Es decir, averiguar qué cosas son las que aumentan la felicidad y que tienen conexión con nuestro propósito vital porque tienen significado para cada uno de nosotros de forma individualizada.
Una de las conclusiones de este estudio se enmarca dentro de las relaciones sociales. Estar acompañados nos hace felices, pero estas relaciones han de ser inteligentes-según apostilla Ruiz- hay que saber tratar a las personas utilizando para ello nuestras inteligencias. “aprender a observar a los demás y a nosotros mismos, analizar el contexto y las circunstancias que nos rodean, a la vez tener en cuenta las circunstancias que rodean a los otros. Saber qué necesita la otra persona para ser feliz, sentirse bien y segura, y además ser capaces de proporcionárselo es un síntoma de inteligencia suprema”.
¿y quién no quiere ser inteligente de manera suprema?
No porque tengas capacidad para pensar significa que sabes pensar bien
Cuando hablamos de felicidad como forma de vida nos referimos a saber pensar adecuadamente para distinguir las cosas que nos benefician de las que nos perjudican. Invertimos tiempo y esfuerzo en mantenernos físicamente lo más sanos posibles (hacemos dietas, vamos al gimnasio), pero ¿haces lo mismo con tu capacidad de pensar?, ¿sabrías definir tu filosofía de vida? ¿está acorde a tu propósito vital, tiene significado?
Cuando se trata de pensar bien, se trata de analizar nuestras ideas preconcebidas, nuestros sesgos, muchos de ellos “implantados” en nosotros desde la infancia. Consiste en cuestionar los valores con los que vamos por el mundo, comprender los puntos de vista de otras personas, realizar preguntas adecuadas, escucharlas bien y saber cuándo tenemos que pensar críticamente.
Por tanto, la felicidad no es algo que un momento determinado sintamos sino una forma de ser desde que nos levantamos hasta que nos acostamos y cuesta conseguirla al igual que cuesta conseguir pensar críticamente.
Construir nuestra filosofía de vida nos permite protegernos de la ansiedad, depresión, frustraciones, sufrimiento o miedo y los filósofos nos pueden ayudar a ello. Nos ayudará a defendernos de situaciones y personas tóxicas y también a alejar de nosotros a aquellas personas o ideas que nos provocan infelicidad cual escudo protector.
“Atrévete a pensar”,dijo Kant
Si has leído hasta aquí parece que la emoción y los sentimientos son ajenos al pensamiento crítico y no es así. Ruiz nos cuenta que las emociones juegan el papel de permitirnos conocernos si le añadimos el razonamiento. Eso es al menos, lo que decía Spinoza: la razón y los sentimientos trabajan conjuntamente pues son fuentes de conocimiento. Si sabemos gestionar nuestro pensamiento crítico podremos potenciar el autocontrol a través del autoconocimiento.
Y aquí entra Kant en juego. Según Ruiz, si te atreves a pensar no te dejarás llevar por las masas, tendrás capacidad de filtrar los pensamientos de otros y decidir si son buenos o malos para ti, porque cuando una persona activa su pensamiento crítico lo hace desde sus propias circunstancias y contexto. De esta manera se evita culpar a los demás de todo lo malo que nos pasa (mala suerte, infelicidad, estrés…). Es ser responsable de nuestros propios actos y decisiones y para ello hay que conocerse a sí mismo.
En definitiva, ser feliz es una filosofía de vida y para activar el pensamiento crítico tendremos que:
- Sentir curiosidad reflexiva
- Dudar de lo que se oye, lee y piensan los demás (escepticismo)
- Autoconocimiento de nuestras circunstancias y contextos, así como de las circunstancias y contextos de los demás.
- Autocontrol de nuestras emociones y sentimientos dotándolos de razonamiento.
- Autoestima saludable
- Evitar dar opiniones
Animamos a que te inicies en la lectura de diversos autores filósofos para desarrollar tu filosofía de vida, pero si esto se te hace bola, siempre puedes contactar con un mentor profesional que te guiará en este maravilloso camino que es la felicidad propia.