La conversación es una de las actividades más humanas y fascinantes que existen. A través de ella podemos intercambiar ideas, conocimientos, emociones y experiencias con otras personas, y así enriquecer nuestra mente y nuestro mundo. Sin embargo, conversar no es solo hablar y en su buena ejecución influyen los principales elementos de eso que llamamos una comunicación eficaz. Saber conversar implica escuchar, comprender, argumentar, persuadir y aprender. ¿Qué hay detrás de este arte tan complejo y sutil?, ¿qué papel juegan el lenguaje y el cerebro en la comunicación humana?, ¿qué beneficios tiene conversar para nuestro desarrollo cognitivo, social y emocional?
La conversación nos permite, no solo transmitir información o emociones o ideas, como hemos comentando antes, sino que nos da una oportunidad para conocernos a nosotros mismos, entendiendo cómo se produce el lenguaje en nuestro pensamiento. Asimismo, nos permite mejorar las diferentes habilidades que se ponen en práctica cuando conversamos y que son fundamentales para una comunicación eficaz como son la escucha activa y el uso adecuado del léxico y la gramática para que nuestra argumentación sea más sólida. Conversar es, sin duda, una de las habilidades más poderosas y fascinantes que poseemos las personas y cuando encuentras a alguien con quien puedes conversar, ¡ay!, se produce la magia.
De la conversación de Montaigne
Podemos decir que Platón fue el primero en reflexionar sobre distintos asuntos, a través de los Diálogos que mantenía con VIPS de la época. Pero fue Montaigne el que ensayó sobre la naturaleza y el propósito de una buena conversación en su obra “De la conversación”. En el ensayo Montaigne aseguraba que conversar era una forma en la que podía conocerse mejor uno mismo, gracias al intercambio de ideas con su/s interlocutor/es.
Para él, conversar un arte que requiere práctica, curiosidad y respeto. No tiene nada que ver con imponer nuestras opiniones o de presumir de nuestra erudición, sino de escuchar con atención, de aprender de los demás y de compartir nuestras experiencias e ideas. Montaigne nos invita a conversar con personas diversas, con las que podamos discrepar o coincidir, pero siempre buscando el enriquecimiento mutuo y el placer de la comunicación. Para ello, el filósofo defendía que la conversación tenía que ser libre, amistosa y variada; sin imposiciones, sin falsedades y que nos permita explorar nuevos y diferentes puntos de vista, compartir nuestras ideas y emociones. Exactamente lo que hacemos los mentores en nuestras sesiones: conversar para elevar la consciencia.
Por tanto, podemos decir que conversar trata de aprender y enseñar; de hablar y escuchar; de comprender y adaptarte a tu interlocutor, de saber cuándo callar y cuándo usar las palabras que transmiten mejor tu mensaje. De ser conscientes del objeto de la comunicación.
De esta manera, podemos decir que la conversación es una forma de conocimiento que nos permite explorar la diversidad de opiniones y perspectivas que existen en el mundo. Algunos consejos para mejorar nuestra habilidad conversacional, según el filósofo son:
- Elegir bien a nuestros interlocutores, buscando personas que nos aporten algo nuevo y nos estimulen intelectualmente. (Diversidad cultural)
- Evitar los temas polémicos o conflictivos que puedan generar discordia o violencia. (Salvo con una alta autorregulación por parte de los intervinientes)
- No hablar demasiado ni demasiado poco, buscando un equilibrio entre la expresión y la escucha. (Comunicación avanzada y autoconocimiento)
- No presumir de nuestro saber ni despreciar el ajeno, sino reconocer nuestra ignorancia y nuestra capacidad de aprender. (Ironía socrática)
- No ser dogmáticos ni escépticos, sino razonables y críticos, dispuestos a examinar nuestras creencias y a cambiarlas si es necesario. (Pensamiento crítico)
- No ser pedantes ni aburridos, sino amenos y divertidos, usando el humor y la ironía con moderación y elegancia. (Comunicación lúdica)
No hay nada que fortalezca tanto nuestro juicio como exponerlo al juicio de los demás.
Montaigne, 1580
Al poder de las palabras de Sigman
Ya hemos visto cómo conversar nos permite desarrollar meta competencias más allá de la mera conversación. Desarrollamos habilidades relacionadas con la comunicación, con el desarrollo humano como la empatía, autoconocimiento y autorregulación emocional. Pero más allá de los ensayos filosóficos encontramos la parte en donde la ciencia habla y lo hace con datos, experimentos y certezas.
Se ha demostrado que el lenguaje modela nuestro cerebro y nuestra forma de pensar, de relacionarnos con el mundo físico que nos rodea. En “La vida secreta de la mente”, Mariano Sigman postula que las palabras no solo sirven para comunicarnos, sino también para construir nuestra realidad y nuestra identidad. Esto se debe a que el propio lenguaje nos permite definir y categorizar lo que nos rodea, nos permite imaginar escenarios hipotéticos y expresar nuestras emociones.
Y es que, las investigaciones demuestran que el lenguaje influye tanto que, según Borodistky, la manera que tenemos de hablar de otra persona, está determinado por la lengua y aquí hay un experimento muy interesante en el que se muestra cómo un anglo parlante y un hispano hablante, siendo testigos los dos el mismo accidente, cada uno definirá éste de manera completamente diferente. El angloparlante se centrará más en la persona que sufrió/provocó el accidente mientras que el hispanoparlante será capaz de definir qué otras circunstancias sucedieron. Y esto está determinado por la lengua que cada uno domina. Fascinante, la verdad.
Si el lenguaje nos permite crear conceptos abstractos, razonar lógicamente, imaginar escenarios y expresar emociones, también influye en nuestra memoria y en nuestras acciones. Según Sigman, las palabras pueden cambiar nuestro cerebro, tanto a nivel estructural como funcional, y también pueden modificar nuestro entorno social y cultural. El uso del lenguaje crea o destruyen realidades, pueden generar o resolver conflictos, pueden curar o enfermar, persuadir o manipular. Por ejemplo, las palabras pueden ayudarnos a superar nuestros miedos, a motivarnos, a persuadir a los demás o a resolver conflictos. Pero también pueden engañarnos, manipularnos, confundirnos o herirnos. Por ese motivo, hay que tener un amplio y vasto conocimiento de la lengua, usarla con responsabilidad, creatividad y ética. Es más, las palabras pueden influir en nuestra forma de pensar, sentir y actuar, no solo a nivel individual, sino también como colectivo.
Lo más sorprendente de los estudios de Sigman es entender el poder de las palabras, a través de:
- Cómo las palabras pueden modificar nuestra percepción sensorial, nuestra memoria o nuestra atención.
- Cómo las palabras pueden generar emociones positivas o negativas, aumentar o disminuir nuestro estrés o nuestra confianza.
- Cómo las palabras pueden activar o inhibir ciertas regiones cerebrales o ciertos neurotransmisores.
- Cómo las palabras pueden contagiar ideas o comportamientos entre las personas, creando redes sociales o culturas.
- Cómo las palabras pueden crear realidades alternativas o ficticias, como las metáforas, los cuentos o los sueños.
Expande tu mente, alegra tu corazón
¿Cómo se relacionan estas dos visiones del lenguaje y la conversación? Podemos decir que Montaigne nos invita a practicar el arte de conversar como una forma de enriquecer nuestra mente y nuestro espíritu, mientras que Sigman nos muestra cómo la conversación afecta a nuestro cerebro y a nuestra cognición. Ambos nos revelan el poder de la conversación para transformarnos y transformar el mundo que nos rodea.
Resumiendo, conversar de verdad, es un fenómeno fascinante que involucra múltiples dimensiones de nuestra naturaleza humana. Conversar no es solo un pasatiempo o una obligación social: es una forma de conocernos a nosotros mismos y a los demás, de ampliar nuestra visión del mundo y de transformarlo con nuestras palabras. Nos permite conectar con otras personas, divertirnos, hacernos recapacitar y trabajar, como decía Carol Dweck, desarrollar la mentalidad en crecimiento.
Por eso, conversar no es solo un acto social o cultural, sino también un acto biológico y filosófico. Es un arte que se cultiva y perfecciona, se comparte y disfruta, pero conversar bien requiere habilidad, sensibilidad y ética, habilidades todas ellas que pone en práctica los mentores profesionales.
Foto: Canva IA